Allí de espaldas, acostada junto a él, le vino ese miedo enorme, ese frío y calor, simultáneos, que recorría su estómago, justo mientras sonaba en la tele en el canal de videos musicales una canción romántica que ella con fuerza, pero en voz baja coreaba las partes que decía “te quiero, te quiero”, ese miedo que guía a las mujeres a querer abrazar, apretar fuerte al que está a tu lado y pedirle que no te deje nunca, ya lo había sentido antes. En esta ocasión se guardó las ganas de apretar sus huesos y demandarle eternidad, siguió cantando en silencio…
Había sido hasta entonces una relación sin presiones, sin preguntas, sin explicaciones, sin peleas, sin horarios, sin reglas, sin reproches, sin ‘te quiero’. Para él era exactamente lo que buscaba y necesitaba.
Fue en ese mismo instante, aunque aquella noche él había abierto su corazón como ningún otro día juntos, cuando ella decidió, con un beso desesperado una lágrima, huir antes de sentirse enamorada, él no se dio por enterado, pues la despedida fue normal, sólo ella sabía que no lo vería más.
Aunque ella deseó tanto que la historia terminase como aquellas películas norteamericanas que hasta hoy mira los viernes por la noche: en que el hombre que pese a que no buscaba una relación formal, cuando ella lo deja se da cuenta que la ama y corre a buscarla y viven felices para siempre. Aunque lo deseó con el alma, nunca ocurrió…
"No hay hombre tan cobarde a quien el amor no haga valiente y transforme en héroe." Platón