Ese día faltamos a las clases, fuimos hasta el lugar que le habían recomendado, yo no dejaba de pensar si lo que estaba haciendo yo era lo correcto. Desde afuera lucía como una casa normal, moderna del centro de la ciudad, sin nada que llamara la atención, tocamos a la puerta y alguien muy sigilosamente nos preguntó qué queríamos, preguntó por el nombre del doctor y entonces nos permitieron entrar, era todo muy silencioso. Cuando tocó nuestro turno entramos, era una habitación desordenada con una serie de medicamentos llenos de polvo y una camilla en la esquina, el doctor dijo que tenía 6 semanas así que no quedaba mucho tiempo para realizar el procedimiento, nos dijo cuánto iba a costar y que la recuperación sería rápida y sin inconvenientes.
Yo no podía alejarme del impacto que esa escena me causaba, nunca había planeado conocer un sitio como ese y mucho menos con ese propósito. Él estaba dispuesto a asumir todo el costo así que la cita definitiva se concretó para el sábado siguiente, esta vez yo ya no tuve el valor para ir, aunque se lo había prometido, mi intención había sido en esos días tratar de convencerla para que no lo hiciera, pero mi amiga tenía sus razones que siempre me parecieron argumentos insuficientes: que sus papás la “mataría”, que iba a tener que dejar la universidad cuando apenas íbamos por el segundo semestre del primer año, etc., etc.. así que le envié un mensaje diciéndole que no me esperara.
Ese sábado desde mi casa suplicaba a Dios que hiciera que ocurra algo para que ella no cometa ese crimen contra su propio hijo, pero el milagro no ocurrió, faltó un par de días a clases, después cuando regresó, todo cambió entre nosotras, esa antigua alegría que antes la caracterizaba había sido borrada por tristeza y dolor que se reflejaban en su mirada y en su llanto diario.
Unos meses después ella decidió abandonar la universidad, su situación económica no le permitiría continuar. Fue muy curioso cuando ella me contó que su hermana quien era menor que ella estaba a punto de dar a luz, una muchachita que apenas estaba en el penúltimo año del bachillerato se había atrevido a afrontar con amor las consecuencias de sus actos, su papá se había ido de la casa pero pocos días después regresó, en su caso nadie murió con la noticia. Lo interesante es que los bebés habrían tenido la misma edad.
La vimos por la universidad el año siguiente cuando iba a visitarnos ocasionalmente, ella era una tía abnegada que daba la vida por su sobrino, trabajaba para que a él ni a su hermana les hicieran falta nada.
Qué contradictoria es la vida, qué contradictorios somos los humanos.