domingo, 22 de agosto de 2010

Intentaba seguir tu voz

Sentía la necesidad intensa de buscar una iglesia, de buscar comunión y a Dios, así que me aventuré a encontrar una, dije: “confío en que Dios me ayudará a encontrarla”, viajaba en el bus mirando cual turista perdida, cuando de repente, a mi derecha un edificio como iluminado por luz divina decía “Bethania” (o algo así, de pronto confundí el nombre), era el nombre de una iglesia, apresurada pedí al conductor que parara y me bajé empecé a buscar el edificio, caminé unas cuantas cuadras, cuando llegué hasta allá descubrí que no era una iglesia… cerca había una tienda así que aproveché para comprar agua y preguntar por alguna iglesia cerca. Un señor sin sus dientes superiores frontales me direccionó a un lugar, el nombre parecía conocido, así que caminé otras cuatro cuadras más, cuando llegué a donde supuestamente debería estar, no había más que enormes edificios ya que era la zona financiera de la ciudad, regresé a la avenida principal y caminé por lo menos un kilómetro hasta encontrar un Mc Café, para entonces ya era bastante tarde para alcanzar el servicio de cualquier iglesia, tomé un café helado y empecé a leer la biblia que llevaba guardada en mi bolso, pregunté a Dios ¿por qué si Lucas dice que los envió de dos en dos, yo me encontraba sola en aquel sitio?, ¿por qué no dejó Jesús a aquellos dos hombres que querían enterrar a su papá y despedirse de su familia, hacerlo para luego seguirlo?, para variar no encontré respuesta, cada día entiendo menos aquel libro. Miraba hacia la avenida a dos mujeres afro-ecuatorianas que cargaban un bebé en brazos y vendían, al parecer melcochas, a la gente que transitaba por esa vía. Pensé, de pronto Dios quiere que lleve algo de comer a estas mujeres y que les hable de su amor, a las dos menos quince, dejé la mesa y compré dos hamburguesas para llevar, salí emocionada del lugar, cuando miré hacia afuera, en la calle ya no estaban ellas, no había nadie, solo yo con dos hamburguesas que no quería comer, ni desperdiciar, imagino que ellas sintieron hambre así que fueron a buscar comida a otro lugar, o a lo mejor su jornada de una hora de trabajo ya había acabado…caminé buscando algún mendigo o algún otro vendedor ambulante, pero no encontré a ninguno, a lo lejos, en la misma acera, dos chicos limpiando y pintando una pared llamaron mi atención, caminé hacia ellos y les ofrecí las hamburguesas, les dije rápidamente, para que no notaran el rubor en mi rostro, que Dios los amaba, y terminé compartiendo un par de horas con aquellos grafiteros, conociendo su mundo y su arte…
Lo bueno del día es que Made y Lulo me dijeron qué bus debo tomar la próxima semana para ir a la iglesia que hoy buscaba…

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