domingo, 9 de marzo de 2014

Bicicleta


Estaba tan feliz porque por fin tenía la bicicleta que por tanto tiempo le había pedido a Dios, con tan pocos años, no me puse a pensar de dónde salió, ya no iba a ser necesario pedir prestada a mis vecinos, la vieja bici que ni siquiera tenía montura, era tan peligroso usarla, pero aun así muchos de los niños del callejón habíamos aprendido a montar en ella. Yo mostraba una alegría desbordante y mi sonrisa era más enorme que de costumbre…

Pero de pronto, no recuerdo qué ruido me despertó, la recuerdo todavía como la desilusión más grande, darme cuenta que todo había sido un sueño, que seguíamos siendo tan pobres como para comprar una bicicleta, lloré allí mismo en la cama, con amargura y reproches al dios de las bicicletas.

Hoy en día la bicicleta ha sido reemplazada por anhelos más grandes y eternos y vuelvo a soñar y me vuelvo a despertar llorando con rabia porque quiero seguir dormida y el dios de las bicicletas sigue siendo tan injusto como aquel entonces, dándoles bicis a niños que no las usan y a quienes las dejan oxidar en el patio, a quienes no quieren ni saben montarla. 

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